La
mirada Zen, un acercamiento al cine de Yasujiro Ozu
De
Julián Giulianelli
Ozu
no fue conocido en occidente sino hasta después de su muerte, con su película
Historias de Tokio (Tokyo monogatori, 1953). Que no haya salido de Japón hasta
ese entonces no fue por otro motivo que la propia decisión de su productora (la
Shochiku), que afirmaban que sus películas eran “demasiado japonesas” para
interesar a los espectadores y críticos occidentales.
La
mención de su estilo propiamente oriental o con más precisión japonés ya se
ha convertido en un tópico a la hora de hablar de Ozu y de sus películas.
Hasta hay una frase para denominar a Ozu, en ese sentido; “Ozu es el más
japonés de los realizadores japoneses”.
Para diferenciarlo de cineastas como, por ejemplo, Kurosawa que ya era
conocido en occidente, con Rashomon (1950), mucho antes que Ozu. Y que quizás
su lenguaje es más occidental, aunque en un análisis mas profundo desistiremos
rápidamente de esta idea.
Yasujiro
Ozu nació en el año 1903 y murió en el año 1963, exactamente a la
edad de sesenta años, ya que el día que murió fue el mismo que nació: 12 de
diciembre. Su primer film es del año 1927 y el ultimo del año 1962, realizó
en total 53 films.
Pero
bien, tendremos que citar o enunciar algunos de estos elementos que hacen a las
películas de Ozu ganarse estas definiciones.
Hay
que aclarar primero que la obra Ozu se divide en tres etapas. Y que no todas
responden a estos criterios que pusieron a Ozu en el lugar de la modernidad. La
primera de ellas, que corresponde también a la etapa del cine mudo en Japón,
donde Ozu utilizaba ampliamente todos los recursos narrativos cinematográficos,
digamos, hollywoodenses (Ozu veía y se inspira en films y realizadores
americanos). Como por ejemplo: los travellings, los
planos, las panorámicas o los cortes por raccord. Una segunda etapa, que
correspondería a un punto de transición entre un periodo a otro, donde aun
utiliza primeros planos y sus películas tienen cierta trama. Y su tercer
periodo, es ya su estilo mas personal y depurado. Donde la cámara siempre esta
fija (hay pocas excepciones, veremos luego por qué)
y a unos 80 cm del suelo, es decir a la altura de un hombre sentado sobre
el tatami[1].
No hay nunca un paneo o un re encuadre. Los personajes son quienes se desplazan
dentro del cuadro. Tampoco hay un conflicto central que haga avanzar a la trama
del film. Ozu utilizaba el encuadre cinematográfico como lo que este es: un
plano bidimensional. En sus films son casi inexistentes las escenas donde se
trabaje la profundidad de campo. Cuidaba de meticulosamente de la composición
plástica de cada plano. Ozu está siempre tratando de dibujar sobre el plano,
de hecho sabia dibujar y por esto tenia perfectamente planeados los encuadres de
antemano. Por esto casi no existen travellings en sus films, solo están cuando
los personajes mantienen su posición en el encuadre o el movimiento es sobre
algo una pared o algo fijo. Ver por ejemplo los únicos dos movimientos de cámara
en Historias de Tokio.
La
cámara baja de Ozu, representa a un hombre sentado sobre el tatami, así es
como se sientan tradicionalmente los japoneses en sus casas. Adopta el punto de
vista del hombre, que se encuentra en una posición de descanso y que contempla
lo que sucede. Este punto de vista se complementa con el lente usado por Ozu
siempre, el 50 mm, que en el formato de cine de 35 mm corresponde a un normal,
es decir el que más se asemeja a la visión humana. Pero no era este el único
motivo, ya que estos lentes no permiten la
distorsión de la perspectiva que tienen por ejemplo los lentes gran angular.
Además siempre se colocaba la cámara de frente. Principalmente en los
interiores donde se ponía el acento en la bidimensionalidad de la representación.
En ese sentido agrega otros recursos plásticos, como las puertas corredizas
(fusumas) de madera y papel, que forman siempre una cuadricula (Hasta llegó a
pedir puntualmente la cantidad de divisiones de las puertas según los actores
que utilizaría).
Otro
elemento fundamental en los films de Ozu son los planos vacíos o naturalezas
muertas (Estos planos tienen diferentes nombres según que teórico los
analice). Pueden ser de edificios, vías de trenes, alguna habitación vacía,
composiciones con objetos (lámparas, botellas). Ozu los coloca, principalmente,
al final de cada secuencia, pero también cortando escenas, y cumplen muchas
funciones diferentes: transición entre escenas, ubicación espacial,
desplazamiento del hombre del centro, suspensión o acumulación de
sentimientos. Pero una función que cumplen sin duda, y al mismo tiempo
involucra a todas las mencionadas con antelación, es la de nombrar o estar
refiriéndose al vector tiempo, tema
fundamental, si los hay, en la narrativa del cine de Yasujiro Ozu. Como lo diría
Delleuze, citando también a
Proust, “un poco de tiempo en estado puro”.
Esto
está relacionado con la narrativa y temática de los films de Ozu porque sus
historias hablan de la familia japonesa y la desintegración de la misma, de los
cambios que se dan en los núcleos familiares, sus relatos siempre transcurren
en este ámbito. Las relaciones entre padres e hijos que fluctúan y se quiebran
por un problema casi universal, la incomunicación. Y así es como presenciamos
el continuo cambio del hombre y su medio.